Un nuevo libro presenta en sociedad a los nuevos
adolescentes de hoy: dependientes, solitarios, poco interesados en ser adultos
y lo más preocupante, menos felices.
A un lado millennials. Llegó una nueva generación de
jóvenes nacidos a partir de 1995 y que se diferencian de las anteriores por ser
los primeros en haber cruzado la adolescencia de la mano de los teléfonos inteligentes y las redes sociales. “Ellos han pasado más tiempo
frente a sus pantallas que interactuando con sus amigos en persona, en
proporciones mayores que ninguna otra generacion”, dice Jean Twenge, psicóloga
de la Universidad de San Diego, California, quien los bautizó iGen. Este grupo
no recuerda lo que era vivir sin internet, pues en 2011, al estallar el boom de
los celulares inteligentes, los primeros representantes de esta comunidad tenían
apenas 7 años. Hoy se calcula que 2 de cada 3 adolescentes tiene uno. Según la
experta, ese simple hecho ha afectado su comportamiento, su manera de usar el
tiempo libre y sus actitudes frente a la religión, la sexualidad y la política,
lejos de sus vecinos generacionales.
El joven iGen promedio de hoy chequea su teléfono más de 80 veces al día, y
antes de comenzar el octavo grado ya tiene una cuenta de Instagram. “Los
‘millennials’ crecieron con internet, pero no en la misma intensidad de casi 24
horas”, dice Twenge. Esto ha generado una transformación que se observa en
todas las clases sociales, en todos los rincones de Estados Unidos y, aunque
las conclusiones no se pueden generalizar directamente a otros países, “estos
cambios generacionales están surgiendo en otras culturas en el mundo”. Su más
reciente libro, iGen, está dedicado a ellos. Para escribirlo, Twenge entrevistó
personalmente a 23 miembros de la generación iGen, de quienes escuchó frases
como “prefiero estar viendo Netflix que con mi familia” o “paso más hablando
por mi teléfono que con gente de carne y hueso”. Además, revisó grandes sondeos
y bases de datos que involucraron a 11 millones de personas, en los que
advirtió suficientes diferencias como para establecer que el mundo está ante
una nueva generación.
Confidencial: Voto de los ‘nativos digitales‘
A diferencia de los anteriores que se sienten atraídos por la libertad y la
rebeldía, este grupo es más dependiente de sus padres. Usualmente salen con
ellos a los centros comerciales, a cine o a cenar. En general, se sienten mucho
más cómodos encerrados en su habitación que en un carro o una fiesta. Aún más,
la experta se atreve a afirmar que es una generación que crece más lento que
las anteriores, con lo que desafía la idea de que estos jóvenes cruzan la
adolescencia velozmente al estar expuestos al porno en internet. Aunque admite
que es cierto que hoy los niños tienen más contacto con estos contenidos, al
mirar su comportamiento y lo que hacen con su tiempo, resulta totalmente lo
opuesto. “Tomemos como ejemplo los jóvenes de grado 11, entre 17 y 18 años. Los
sondeos dicen que muchos menos de ellos están haciendo todas esas cosas que otros
de su edad hicieron en su adolescencia decadas atrás, como tener pase de
manejar, probar el alcohol, salir sin lo papás, tener novias, hitos que solían
marcar la adultez”.
Según las cuentas de Twenge, solo 56 por ciento de los estudiantes de grado 11
en Estados Unidos tuvieron citas románticas mientras que en otras generaciones
esa cifra era de 86 por ciento. Esto ha hecho que ellos tengan menos sexo que
sus predecesores. “El joven promedio tiene su primera relación sexual en el
grado 11, un año después de lo establecido para la generación X”, dice en su
libro. No tienen pase, no son tan asiduos bebedores, no están interesados en
conseguir trabajo y dejan a un lado las responsabilidades. Esta generación se
comporta como niños: los jóvenes de 18 hoy actúan como de 15 y los de 13 como
si tuvieran 10.
Eso los hace estar físicamente más seguros, pues no tienen accidentes de
tránsito, embarazos no deseados ni riesgo de hacerse adictos al alcohol, lo
cual es una bendición para sus padres. Pero si bien están más protegidos en ese
sentido, paradójicamente son mucho más vulnerables en lo emocional, y esto lo
pudo constatar la investigadora al encontrar que la tasa de depresión y
suicidio viene en aumento desde 2011. “No es exagerado decir que están al borde
de la peor crisis de salud mental en décadas”, dice.
Le recomendamos: La millenial que Harvard cree que es ‘la próxima Einstein‘
Para ella los grandes causantes de esa crisis son los aparatos digitales y las
pantallas en todas sus formas, tabletas, teléfonos o computadores. Después de
todo, dice la autora, esta generación ha tenido más tiempo libre no solo porque
hace menos tareas, sino porque no tienen que trabajar y no les interesa hacer
ejercicio. Tampoco dedican ese tiempo extra a actividades familiares porque,
como habrán vivido muchos padres, estos niños no hablan con ellos y cuando los
adultos les hacen una pregunta contestan con monosílabos. Twenge señala que
dedican ese tiempo de ocio a sus teléfonos, a los que consultan por lo general
en la soledad de su cuarto y hasta tarde en la noche. Casi todos duermen con el
dispositivo bajo la almohada, y ese aparato es lo último que ven antes de dormir
y lo primero que miran cuando se despiertan. Algunos pasan hasta 10 horas en
chats y actualizando sus redes sociales, y para Twenge eso es demasiado. Por
eso sentencia que la insatisfacción en sus vidas está relacionada con el abuso
de las pantallas.
Twenge muestra cifras y estudios que apoyan esta idea. Las investigaciones
revelan que todas las actividades desarrolladas en pantallas se asocian a menos
felicidad. Se ha visto que los niños de sexto grado que pasan 10 horas en sus
redes sociales tienen 56 por ciento más probabilidad de considerarse infelices.
Lo contrario también es cierto.
Aquellos que pasan hasta 10 horas interactuando
personalmente, cara a cara, tienen apenas 20 por ciento de probabilidades de
sentirse desdichados. Esto aplica también a la depresión. Un estudio con niños
de octavo grado mostró que aquellos que ven asiduamente pantallas tienen 27 por
ciento más riesgo de presentar síntomas de depresión que los deportistas. Y se
ha podido constatar que los niños que pasan más de 3 horas frente a los
aparatos tienen 35 por ciento más riesgo de suicidarse. “La tasa de suicidio en
los más grandes se elevó a 50 por ciento y se ha triplicado en niñas entre 12 y
13 años”, dice. Estos problemas mentales son más comunes que antes, y “la
tendencia empezó alrededor de 2011 o 2012, el mismo año en que el Pew Center
encontró que estos aparatos se volvieron ubicuos. Esa simultaneidad es
sospechosa”.
Le sugerimos: Los universitarios gastan más en rumba que en comida
El libro ha recibido críticas por tener una visión fatalista de los jóvenes de
hoy, y por satanizar la tecnología de la misma manera en que otros en el pasado
rechazaron la radio, la televisión y los videojuegos. Además, algunos
psicólogos e investigadores creen que la autora salta rápidamente a
conclusiones sobre fenómenos sociales que son multifactoriales, por lo que no
tiene sentido señalar a las pantallas digitales como únicas culpables. Twenge
aclara que sus cifras se basan en promedios y eso significa que no todos los
adolescentes se comportan igual. “El promedio de jóvenes de iGen pasa más
tiempo en internet que el ‘milennial’ promedio en 2005. Por supuesto, algunos jóvenes
iGen pasan menos tiempo en línea así como un
‘millennial’ puede gastar más tiempo en las redes sociales” dice en su libro.
Pero más allá de las críticas, es cierto que el uso excesivo de estos aparatos
digitales preocupa actualmente a todos los padres tanto como la droga, el abuso
de alcohol y la sexualidad sin protección. La tecnología no es buena ni mala,
dicen muchos expertos, pero el uso continuo de estos aparatos a diario sí está
alimentando una epidemia de obesidad, y en las noches, otra de insomnio. De
manera que hay motivos para preocuparse. Poner reglas es complicado porque los
mismos padres son adictos a sus propios teléfonos inteligentes, en algunos
casos porque les divierte Facebook, pero en otros porque el aparato es una
herramienta clave para el trabajo, cuando no el medio para obtener sus
ingresos. Según Noel Janis-Norton, autor del libro Calmer, Happier Screen Time,
no es recomendable prohibirlos totalmente, sino restringirlos en ciertos
momentos como antes del colegio, durante las comidas y a la hora de dormir.
“Cuando los padres son firmes y consistentes, los jóvenes responden bien y
dedican su tiempo libre a hacer otras cosas en las casa”.
Otros recomiendan más calma porque la tecnología no tiene que ser algo malo.
Sin embargo, señalan la importancia de propiciar encuentros con sus hijos para
cerciorarse de que son felices. Twenge, por su parte, reitera que la solución
está en poner límites porque cree que el exceso de teléfono es dañino y genera
consecuencias nefastas en la salud emocional y en las habilidades sociales de
los niños. “Una hora está bien, pero más de tres está demostrado que aumenta
estos problemas”. Agrega que esta es la oportunidad para que los adultos
también revisen su propio consumo de redes sociales. Y recomienda, sobre todo,
estimularlos a ser independientes. “Tenemos que cuidarlos, pero no tanto. Si
quiere salir solo o quiere manejar, déjelo. Ya tiene 18 años y esas
experiencias ayudan a madurar”.
Fuente.:http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/los-nuevos-adolescentes-de-hoy-dependientes-solitarios-poco-interesados-en-ser-adultos/542117