Cómo crearla e interpretarla
Desde la imagen corporativa a la personal, todos tenemos una idea de lo que es y para que nos sirve una imagen, pero para obtener una imagen que nos represente es importante entrar en un proceso creativo, el cual debe hacer una introspección sobre el significado y el origen de la imagen para poder así fluir más fácilmente sobre lo que queremos e ir de la imagen a la imaginación.
Por Lorena García Caballero
Para ver este tema desde una perspectiva más amplia retomamos la investigación que la Dra. Lorena García Caballero, quien nos permite reflexionar lo que es una imagen, entender cómo funciona la imagen en el proceso figurativo y cómo por medio de ellas vamos construyendo historias e incluso realidades para ir más allá de un nivel meramente comunicativo. La importancia de la imagen es que se percibe y se procesa en nuestra mente y le da un significado en muchas dimensiones. Siempre hemos oído sobre la imagen de una empresa o de un producto, pero para poder comprender qué y hasta dónde es el papel de una imagen, debemos reparar en analizarla detenidamente.
Al analizar la sensibilidad, lo sublime y lo bello, la estética explora varios problemas que tienen que ver con las artes visuales y con el modo en cómo nos acercamos a ellas. En esta reflexión, tomaremos un tema central ¿qué es la imagen? Se denomina imagen a la representación figurativa de una cosa. Es la representación de una realidad captada a través de los sentidos. Las imágenes son captadas por nuestra vista, y permanecen allí, o pueden luego plasmarse sobre un lienzo, o un papel o ser captadas por una lente óptica o reflejadas en un espejo. Son entonces, copias de las realidades más o menos fidedignas, ya que no es lo mismo una foto que un dibujo, que captan sus características esenciales, pudiendo diferir en sus accidentes. Las imágenes endógenas (que surgen en el interior de algo o como consecuencia de motivos internos) están cargadas de subjetividad, y son frecuentes en el mundo artístico, las exógenas captan de manera más objetiva el entorno.
Con esta definición entramos de lleno a uno de los planteamientos de la imagen y que ha llamado la atención de filósofos como Platón y Aristóteles. Por un lado, la imagen como re- presentación y, por otro, de índole figurativa. La imagen presenta, de una manera distinta a la dada en un fenómeno, un objeto cualquiera de la realidad, además, la imagen es por sí misma, un objeto.
Imaginemos la pintura de una casa. Se re- presenta a la casa- objeto real y la casa- imagen, es decir su figuración en la pintura. “La imagen es un acto, la imagen es conciencia de alguna cosa”. Sartre (según citado en Soulages, 2008). Un caso similar al del ejemplo de la pintura, es el de una fotografía, en esta, se capta, un objeto directamente de la realidad y también la fotografía por sí misma, es un objeto (material). La complejidad de la fotografía radica -entre otras cosas- en su relación íntima con la temporalidad. El tiempo se detiene en ese retrato, la fotografía se convierte en imagen de ese momento preciso. Como dice Soulages (2008, p. 103).
A continuación, se plantea la definición de imagen como una realidad captada por el tema de los sentidos que ha sido muy controversial en la historia de la filosofía. Pensemos en el mito de la caverna de Platón en el que se plantea el carácter ilusorio y pasajero de la realidad sensorial. Para este pensador, la auténtica realidad está en el mundo de las Ideas. El mundo en el que vivimos es una imagen -en el sentido de reflejo- del mundo inmutable, absoluto y verdadero. Aristóteles discrepa de su maestro. Su postura queda claramente representada en “la escuela de Atenas” de Rafael, en la que Platón señala con su dedo índice hacia el cielo, mientras que Aristóteles coloca su mano hacia abajo, apuntando al suelo, dando a entender que no se debe buscar en el mundo de las ideas lo verdadero, sino en la realidad tangible, palpable. Para Aristóteles, los sentidos son de fiar para captar la sustancia y el accidente de las cosas. Otros autores resultan más completos y conciliadores como Kant quien señala que poseemos categorías mentales a priori que son el espacio y el tiempo y que nos ayudan a captar, interpretar, ordenar y analizar los datos que pasan a través de los sentidos.
La imagen se capta primordialmente con la vista pero el resto de los sentidos entran en acción cuando, al ver el cuadro de un paisaje -por ejemplo-, imaginamos la textura de los árboles, recordamos el olor a tierra húmeda, sentimos nostalgia por alguna vivencia traída al presente, vibramos, discutimos, discrepamos con y a partir de la obra. La imagen funge como un filtro, un instrumento y un método de conocer el mundo y de acercarnos a la realidad. Todo a nuestro alrededor es asimilado por nuestra facultad imaginativa y lo presentamos una y otra vez de distintas maneras; con énfasis, tonalidades, bríos diferentes. Cualquier imagen es –indefectiblemente- parte de la memoria. Ya sea, individual o colectiva, la imagen tiene una permanencia mínima en el espíritu de quienes la captan.
Para que podamos hablar de memoria, la condición necesaria es que haya existido algo en algún momento del pasado y que tenga la posibilidad de traerse al presente. Además de los medios, técnicas y materiales empleados en la producción y presentación de imágenes, el ser humano como especie y como individuo funge también como soporte de la memoria. Tanto si decide re- vivir la memoria como “congelarla”, el hombre se convierte en el único soporte que tiene una responsabilidad moral y social, imposible de eludir.
No sólo en el momento de captar imágenes se realiza un acto de selección y creación. También en la posteridad de su producción, las imágenes capturadas por la cámara están sujetas a modificaciones, moldeados y transfiguraciones que las personas ejercen en ellas. En la captación e interpretación de la imagen, entran en juego las subjetividades del creador y del receptor. Entra también en juego la temporalidad, tanto del momento en el que el artista creó la obra, como el momento en el que el receptor la admira. Esta apreciación se convierte en una recreación en tanto que se puede asimilar, captar, vivir de diferentes maneras de acuerdo a las experiencias, conocimientos y horizontes del observador. La imagen tiene, invariablemente, un carácter de incompletud. Es decir; de imperfección, inacabamiento formativo, insuficiencia, como cualidad de lo incompleto, imperfecto o falto de algo, etc., todo ello expresado de un modo abstracto. Su misma esencia es de re- creación, representación. Y son justamente estas dos actividades, propias del hombre, las que conforman nuestra identidad y definen nuestro papel en el mundo.
La imagen de la vida y la vida de la imagen nunca están terminadas, ambas tienen el carácter permanente de “abiertas”, “posibles” y “moldeables”. Están tan unidas como en una danza en la que juegan, se entrelazan, caminan paralelamente, se separan…
Por su parte, las imágenes son metáfora de la vida en tanto que “trasladan” elegante y sutilmente expresiones de la vida al ámbito de la imaginación, la creatividad y la libre expresión que utiliza -incluso a veces- el referente de la ficción. Trasladamos acontecimientos de lo más comunes a expresiones complejas, extravagantes, extrañas, ajenas. Embellecemos escenas escatológicas o grotescas, deformamos una experiencia, presentamos nuestra biografía con imágenes tan cambiantes y abiertas a infinitas posibilidades como la vida misma. La imagen de la vida y la vida de la imagen nunca están terminadas. Ambas tienen el carácter permanente de “abiertas”, “posibles”, “moldeables”. Están tan unidas como en una danza en la que juegan, se entrelazan, caminan paralelamente, se separan. Esta relación caprichosa, violenta, amorosa, voluble, explosiva, pasional entre la imagen y la vida presenta un escenario sublime en el que se tejen múltiples historias y pienso que el darnos cuenta de esta belleza que entraña la vida en relación a la imagen nos hace a todos, aún desde el ámbito de la teoría, artistas. La imagen y la facultad imaginativa son las principales formas, métodos y elementos con los que nos acercamos a la realidad, al mundo y a nosotros mismos. Si somos capaces de aguzar ese sentido “imaginativo”, nos acercarnos a muy poca distancia de la visión del artista o incluso llegamos a “tocarla”. Podemos ser artistas contempladores de la imagen.
Hasta aquí las consideraciones tomadas a partir de una definición de imagen. Evidentemente, donde el cometido general de este trabajo que es el de “abrir” a grosso modo, algunas preguntas e ideas que se desprenden de una “simple” definición. Se trata, justamente, de una invitación a pensar la imagen. Finalmente, la tarea de pensar es tan ilimitada como lo son las posibilidades de la imagen. Concluimos que la imagen es:
- Un acceso al mundo, al arte y a uno mismo.
- Una llave que abre numerosas posibilidades.
- Un modo de observar y de acercarnos a nuestro entorno.
- Un método de vida y un modelo para comprender lo que acontece.
Por todas las funciones que cumplen las imágenes y lo que podemos hacer con y a partir de ellas, tenemos la gran responsabilidad de velar por su uso ya que de este depende nuestra memoria, nuestra identidad y con ellas, nuestro mundo.
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